Odio los ponchos. Los odio, de verdad. Os preguntaréis porqué. Pues os lo voy a decir. Me parecen una prenda aburrida y socorrida. Sí, hay gente a la que las "prendas socorridas" les sacan de un apuro, véase los vaqueros. Pero a mi no. Cuando se es gorda no se puede una permitir el lujo de ponerse cualquier cosa. Hay que meditar mucho lo que te vas a poner porque vas a ser el blanco de todas las miradas.
¿Qué pasa con el poncho? Pues que lo siento mucho, pero me niego a ponerme una manta zamorana como prenda. Así de claro. Una tendrá sus lorzas y tal, pero no estoy dispuesta a ponerme un simple trapo con flecos.
¿Qué pasa con el poncho? Pues que lo siento mucho, pero me niego a ponerme una manta zamorana como prenda. Así de claro. Una tendrá sus lorzas y tal, pero no estoy dispuesta a ponerme un simple trapo con flecos.
No te digo que a Clint Eastwood le quedara de maravilla, pero yo digo que no me pongo uno, cojones
Ay, ay, ayayyyy, canta y no llores... Sí, sí, llora hija, porque es HORROROSO.
Mirad qué feliz está la señora esta. No os lo ha dicho, pero por la noche con ese poncho sale a cazar al Joker.
Es como si al diseñador de turno no le hubiera dado tiempo a terminar la colección y tomó la manta donde se tumba su perro, le hubiera hecho un par de agujeros y listo. Me da la sensación de que se tomaron pocas molestias y lo convirtieron en el socorrido tapalorzas.